miércoles, 15 de agosto de 2012

La situación y la lucha de las mujeres palestinas

Hanady Muhiar*
Domingo 12 de agosto de 2012, por Revista Pueblos

La ideología sionista, que motiva la creación y formación del Estado de Israel sobre la histórica Palestina y la posterior ocupación de Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza, se asienta sobre dos pilares que van a determinar el devenir de la realidad que viven las poblaciones que habitan este territorio, y, por ende, la realidad de sus mujeres.

Estos dos pilares, el exclusivismo religioso y el expansionismo territorial y económico, ya en su definición contienen de manera implícita elementos contrarios al derecho. Sin embargo, será la aplicación práctica de estas dos ideas la que pondrá en evidencia de manera explícita estos elementos, que incluyen la discriminación y la opresión del otro, la segregación y la separación y, progresivamente, la expulsión forzosa y la limpieza étnica de todo un pueblo, el palestino.
Si bien es verdad que las mujeres de todo el mundo han de enfrentarse diariamente a situaciones de discriminación y opresión por razones de género, las mujeres palestinas, en este contexto, han tenido que moverse con mucha inteligencia entre dos tipos de reivindicación, la de sus derechos sociales como mujeres y la de sus derechos nacionales como palestinas, conscientes de que sin la participación del 50 por ciento de la población, la femenina, cualquier éxito en la lucha nacional es imposible.
Esta lucha de las mujeres, viva desde la primera mitad del siglo XX, ha tenido que adaptarse a las diferentes realidades de cada momento, normalmente tendiendo a priorizar la lucha política en detrimento de la de los derechos de las mujeres, subyugando esta última a la primera, sin anularla.

La lucha política

Cuando en 1917 se hace pública la Declaración Balfour, nadie se podía imaginar lo que iba a pasar. La promesa recogida en la misma culminaría en la partición del territorio en 1947, en la creación del nuevo Estado de Israel y en la guerra, en 1948. El establecimiento de las líneas de armisticio al concluir la guerra tendrían como resultado la pérdida del 78 por ciento del territorio que comprendía la Palestina histórica y la expulsión forzosa de aproximadamente el 65 por ciento de la población al 22 por ciento del territorio restante (las actuales Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza) y a los países vecinos, creando el caso de población refugiada más antiguo de la historia, todavía sin resolución. Las mujeres de la clase pudiente y educada, al ver cómo se empezaba a discriminar a su pueblo en favor de un proyecto colonial al servicio de los intereses de las potencias internacionales de aquel momento (Reino Unido y Francia), en 1929 se posicionan políticamente.

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Fotografía: Carlos Barbudo (flickr.com).














Ese mismo año deciden celebrar un Congreso de Mujeres Árabes con objetivos estrictamente políticos. El movimiento de mujeres palestinas de aquel entonces estuvo marcado por la lucha nacional, siendo un movimiento principalmente nacionalista, de clase, preventivo y diplomático. El Congreso de Mujeres Árabes de 1929, celebrado en Jerusalén, se considera la primera vez en que la mujer palestina pasa de ser un actor centrado en mantener y cultivar el tejido social, a ser un actor político principal. Marca el comienzo del activismo político de las mujeres palestinas.

Con la tragedia de 1948 llegó el exilio, la pérdida de la tierra, de los hogares, la fragmentación y separación de las familias, la catástrofe, la Nakba y, con ella, se popularizará la lucha nacional. La situación de emergencia obligará a todos los estratos de la sociedad palestina a organizarse de manera colectiva. Mujeres, estudiantes, profesores, profesionales de la salud, periodistas, intelectuales, campesinos y campesinas, empiezan a crear los cimientos de un movimiento popular que se consolidará con la ocupación de Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza en 1967.
Resultado de ello es la creación de numerosos sindicatos, entre ellos el de Mujeres. La General Union of Palestinian Women, fundada en 1965, pasará a ser uno de los agentes movilizadores del pueblo palestino (tanto en el interior como en el exilio), conseguirá vencer muchos de los obstáculos impuestos por una sociedad tradicional y patriarcal y logrará convencer incluso a los más conservadores de que no se puede resistir, luchar y conseguir objetivos políticos si se margina a la mitad de la población. Sin embargo, a pesar de los logros, las mujeres ven que no dejan de ser un instrumento más al servicio de la lucha nacional, lo que a su vez las convierte en un objetivo más vulnerable en manos de los abusos del opresor israelí, que instrumentaliza desde un principio las tradiciones y la inequidad de género en beneficio de sus propios intereses.

La lucha feminista

Al darse cuenta de las actitudes de sus camaradas masculinos en las filas de los partidos, las mujeres temen, una vez concluida la lucha, volver a ser relegadas al espacio de lo privado y lo tradicional. Conscientes de esta situación, a finales de los años 70 y comienzos de los 80, las palestinas comienzan a dar el peso que se merece a sus derechos como mujeres. Crean cuatro comités, cada uno de ellos afiliado a una facción política, con el objetivo de tratar las cuestiones de las féminas de manera explícita y se suman a la lucha de las mujeres de todo el mundo contra la inequidad de género, la violencia contra las mujeres y la discriminación. Al participar en numerosos encuentros feministas globalmente, internacionalizan la situación particular en la que se encuentran tanto ellas como su pueblo, y se convierten en las embajadoras de la cuestión palestina a nivel internacional en espacios diferentes a los que tradicionalmente se habían relegado los conflictos.

La popularización de la lucha nacional y los pasos dados por el movimiento de mujeres palestinas darían como resultado el primer levantamiento popular homogéneo, coordinado y organizado de la lucha palestina, la Intifada de 1987. Mujeres y hombres participaron mano a mano en la reivindicación de sus derechos inalienables. Parecía que los obstáculos para las mujeres habían ido desapareciendo.
Sin embargo, la Intifada se apagó en 1991 con el comienzo del Proceso de Paz, eclipsada por lo que se ha llamado el “síndrome de Oslo”. La ilusión y la esperanza de que el proceso de paz por fin iba a dar respuestas y soluciones a una tragedia que duraba ya demasiado tiempo, animó también a las mujeres palestinas, sobre todo las más jóvenes, a creer que estaban en igualdad de condiciones con los hombres y que accederían sin ningún problema a puestos típicamente masculinos. Sentían que formarían parte activa del futuro Estado Palestino. Pero cuando tan sólo cuatro mujeres fueron nombradas entre los más de 300 puestos creados para participar en los comités técnicos que articularían el proceso iniciado en 1991, las mujeres se dieron cuenta de que su realidad seguía siendo otra.

Mujeres palestinas, que hasta entonces habían dado prioridad a la lucha nacional por encima de la lucha por sus derechos, empiezan a crear espacios dedicados a ellas mismas: centros de estudios especializados en mujeres, organizaciones de mujeres estrictamente feministas y un comité técnico especifico, el Women’s Affairs Technical Committee, que tendría la función de demandar la incorporación de una perspectiva de género en el proceso de paz y la de definir, diseñar y proponer una Agenda Nacional de Mujeres. Por fin, crean los espacios necesarios en los que poder tratar las cuestiones de género y de las mujeres de manera concreta. A pesar de las dificultades, tienen la posibilidad de definir y proponer de qué manera deberían estar recogidos sus derechos como mujeres en el futuro Estado.

Resultado de ello, en febrero del año 2000, el Consejo Nacional Palestino expone y aprueba la siguiente resolución: “Basado en el documento de la Declaración de Independencia, y en el pionero papel de la mujer palestina en nuestra lucha social y nacional, el Consejo Nacional Palestino decide trabajar para fortalecer el papel de la mujer palestina en todos los ámbitos del trabajo nacional y extender la participación de la mujer a todos los departamentos de toma de decisiones”.
Sin embargo, ese mismo año, cuando los primeros logros de las mujeres se hacen visibles, se pone en evidencia que el proceso de paz había sido un espejismo.
En el momento en el que se debían poner sobre la mesa de negociación las cuestiones clave (fronteras, refugiados y Jerusalén Este), Israel necesitaba provocar una crisis de tal magnitud que imposibilitara hablar de ningún proceso de paz y mucho menos de esas cuestiones clave. Esa crisis es la conocida como Segunda Intifada. Esta vez no era un levantamiento popular organizado, sino una nueva agresión israelí contra el pueblo palestino.

El proceso de paz había favorecido los criterios de seguridad sobre los derechos y, en lugar de promover la del pueblo palestino, consolidó un sistema de colonización, ocupación y segregación contrario a la consecución de esos derechos, que no ha hecho más que fortalecer el exclusivismo y el expansionismo sionistas.

La Segunda Intifada supuso la continuación de la anexión de territorio por parte de Israel más allá de la línea de armisticio de 1948, fortalecida con la construcción de un muro de aproximadamente 708 km de largo que separa a palestinos de palestinos, por la rápida expansión de las colonias, por un sistema segregado de carreteras y por la creación de alrededor de medio millar de controles militares a lo largo de todo el territorio ocupado, fragmentando Cisjordania en guetos y reduciendo la tierra disponible para la población palestina a menos de un diez por ciento del territorio original.

La creciente discriminación legal dentro del Estado de Israel hacia sus habitantes palestinos; el uso de medidas urbanísticas para la reducción de los derechos de residencia de la población palestina que habita los territorios anexionados; las deportaciones ilegales, las detenciones arbitrarias; las restricciones constantes a las medidas de reunificación familiar entre los palestinos que residen en Israel y aquellos que viven en territorio ocupado, o entre aquellos que viven en el territorio anexionado y el ocupado; las estrictas restricciones a la libertad de movimiento; la violencia indiscriminada tanto del ejército de ocupación israelí como de los colonos, tienen como consecuencia el recurrente desplazamiento interno y la expulsión forzosa de la población palestina.

La política de cierres impuesta sobre ya antes de Oslo, se consolida con el proceso de paz. El actual bloqueo, cierre, embargo y aislamiento de Gaza del resto del territorio palestino, cercada por completo por un muro y sometida a ataques y violencia constantes han tenido como resultado la destrucción masiva del territorio, sus estructuras, y en el desplazamiento interno forzoso y constante de la población (entre 80.000 y 90.000 personas tan solo en la operación “Plomo Fundido” de 2008-2009).

Más de dos décadas después del proceso de paz iniciado en Madrid, y con él la esperanza colectiva compartida de que el fin del conflicto palestino-israelí estaba a la vista, los palestinos y las palestinas viven hoy en un territorio fragmentado, marcado por la opresión y dominado por políticas racistas y la negación del ejercicio de sus derechos fundamentales individuales y colectivos. El fracaso de la vía de negociación ha dejado a millones de palestinos y palestinas, dentro y fuera de los territorios palestinos ocupados, sin posibilidad de ejercer sus derechos fundamentales individuales y colectivos.

En estas condiciones, las mujeres, como parte del pueblo palestino, se han visto obligadas a afrontar otra situación de emergencia y a anteponer, de nuevo, la supervivencia y la lucha nacional por encima de sus derechos. Si en condiciones normales es ya difícil la consecución de los derechos de las mujeres, en esta situación extraordinaria en la que la existencia del pueblo palestino se encuentra amenazada constantemente, se hace todavía mucho más difícil, si no imposible.

Israel, como potencia ocupante, es el único responsable para poner fin a la situación actual. La comunidad internacional ha optado por ser condescendiente con Israel y, como tal, comparte la responsabilidad sobre las violaciones de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario que se están llevando a cabo sobre la población palestina.

*Hanady Muhiar, ACSUR-Las Segovias Palestina.
 
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